“Viernes de la Misericordia”: Encuentro con sacerdotes que dejaron el ministerio
Con la misma discreción con la que se ha movido siempre en los precedentes “Viernes de la misericordia”, también hoy el Papa Francisco ha sorprendido con su inesperada visita. A las 15:30 horas dejó la Casa San Marta para dirigirse a Ponte di Nona, barrio en la periferia extrema del este de Roma, donde en medio de grandes edificios, el único lugar de referencia es el gran centro comercial. En un apartamento, el Papa se ha encontrado con siete familias. La novedad expresada en este signo ha sido que estas familias están todas formadas por jóvenes que han dejado, en el curso de estos últimos años, el sacerdocio. El Papa Francisco ha querido ofrecer un signo de cercanía y de afecto a estos jóvenes que han optado por una elección a menudo no compartida por sus hermanos sacerdotes y familiares. Después de diversos años dedicados al ministerio sacerdotal en las parroquias, sucedió que la soledad, la incomprensión, el cansancio por el gran compromiso de responsabilidad pastoral, han puesto en crisis la elección inicial del sacerdocio. Llegaron por lo tanto meses y años de incertidumbre y dudas que los han llevado frecuentemente a creer que se habían equivocado al elegir el sacerdocio. Por ello, la decisión de dejar el presbiterio y formar una familia. Este capítulo sigue siendo problemático en la vida de la Iglesia, porque conduce no pocas veces a marginar a los que han hecho esta elección; además, la edad en la que se encuentran no les permite fácilmente encontrar un trabajo con el consecuente estado de precariedad que caracteriza a no pocos casos.
El Papa Francisco se encontró por lo tanto con estos jóvenes y sus familias: cuatro de la diócesis de Roma, ciudad en la fueron párrocos; uno de Valencia, otro de América Latina, ambos residentes en Roma, y otro que es de Sicilia. El Papa fue recibido en el departamento con gran entusiasmo: los niños se acercaron al Santo Padre para abrazarlo, mientras los papás no lograban contener la emoción. Un gesto muy apreciado por todo que han experimentado no el juicio del Papa sobre su elección, sino su cercanía y el afecto de su presencia. El tiempo ha pasado rápidamente; el Papa escuchó sus historias y siguió con atención las consideraciones sobre la evolución jurídica de sus casos individuales. Su palabra paternal proporcionó la seguridad de su amistad y de su interés por sus circunstancias personales. De esta manera, una vez más, el Papa Francisco ha querido dar una señal de la misericordia a quien vive una situación de malestar espiritual y material, evidenciando que nadie se debe sentir privado del amor y de la solidaridad de los Pastores.